Juan Pablo Olivetto Fagni
Robo, muertes, violaciones. Lo que engloba la palabra “inseguridad” es de una
complejidad enorme, y a hechos muy distintos entre sí. Este artículo se centrará
en el fenómeno más común, que es el robo que realizan los varones jóvenes de
sectores vulnerables.
¿Vulnerables que vulneran? Sí, porque así de paradójica es la vida. Como el
trabajador que es explotado por su empleador y caga a trompadas a su mujer. Los
jóvenes excluidos de los consumos que hoy dan sentido a nuestra existencia
(drogas, celulares, ropa, etc.) con tal de obtener dinero rápido y fácil,
roban. Y de paso suben su posición dentro del grupo de machitos donde “el más
poronga” es el que demuestra que no tiene miedo y que puede safar.
Ante este problemón, simplificando bastante,
podemos decir que hay dos
reacciones comunes ante la delincuencia juvenil:
- Reacción de una persona con una ideología de derecha: Vigilar y Castigar.
Cámaras y policías que controlen, que generen miedo a los que nos generan miedo.
Y que se “haga justicia” metiéndolos presos a todos, y si los violan en la
cárcel mejor. Cuanto más pequeño se pueda encarcelar a un chorro mejor. Y si es
un extranjero que se lo mande lo más rápido a su país.
¿Se puede educar al chorro? No. Vaya a saber uno por qué, el color de la piel,
los rasgos de la cara o por ser pobres. Hay gente que nace chorra y otra que
no. Entonces no hay educación que valga. Salvo, quizás, la que vigila y
castiga. Y así “endereza” al descarriado y lo llena de miedo al castigo.
- Reacción de una persona con una ideología de izquierda: Si bien hay muchas
diferencias, divisiones y posturas entre los que se consideran de izquierda, a
diferencia de los de derecha que rápidamente se ponen de acuerdo en que “hay
que matarlos a todos”, la izquierda da muchas explicaciones, pero pocas
soluciones.
Que antes hubo ausencia del Estado, que ahora hay policía corrupta, y que
después habrá una cárcel que empeora las cosas. Entonces el mismo Estado que
abandona a los pibes al no garantizarle ningún derecho, después te usa para
delinquir y luego te caga a palos y/o te mete en cana, porque no olvidemos que
la policía y el sistema penitenciario son parte del Estado.
Por lo tanto, si la policía y las cárceles son parte del problema ¿habría que
eliminarlas? Algunos dicen que sí, otros proponen democratizarlas y darlas
vuelta como una media. En fin… le falta consistencia a las soluciones de la
izquierda.
¿Se puede educar al chorro? Sí. Ningún pibe nace chorro. Se hace en un contexto
marginal y sin derechos. Y el derecho a la educación es uno de los más
vulnerados ya que la mitad de los jóvenes no termina el secundario. Ahora bien,
quién tiene que educar y cómo es todo un debate. Algunos dicen que la escuela
sólo refuerza las injusticias, otros que la escuela puede prevenir la
delincuencia pero es necesario que se aggiorne y tenga una perspectiva de
derechos humanos.
Para sumar a estas reacciones comunes, una posible propuesta cristiana: Que los
que creemos en el cielo y el infierno no olvidemos que se nos va a juzgar
divinamente por visitar o no al preso, entre otras cosas (Mt 25,36). Tomar
conciencia de la contradicción de ser cristiano con la ideología de derecha, al
menos en este aspecto de la reacción ante la delincuencia juvenil.
Dejar de depositar toda la culpa en el otro, y empezar a pensar en la
responsabilidad que cada uno de nosotros tenemos, “¿Por qué te fijás en la
pelusa que está en el ojo de tu hermano y no mirás la viga que hay en el tuyo?”
Mt 7,3.
Hay mucho para hacer, desde no reforzar los prejuicios, hasta generar acciones
o estructuras de vida, promover valores cristianos y dar apoyo a quienes
trabajan en o para las cárceles.
¿Se puede educar al chorro? Desde una mirada cristiana no se puede hablar de
“chorro”, el pecado no define a la persona, y no hay pecado que no se pueda
perdonar y sanar. Toda persona que roba puede y tiene que ser perdonada. La
educación enmarcada en la ley del amor todavía tiene mucho para dar, y los
primeros en hacer esto deben ser las escuelas llamadas católicas.
Los católicos también tenemos que colaborar en la concreción de los derechos
humanos, porque tenemos un fundamento último: la dignidad de ser hijos de Dios.
Y qué mejor que terminar este artículo con la profecía aún hoy vigente de Isaías,
sobre el ayuno, las privaciones, que son agradables a Dios. Presente en el
capítulo 58.
“Este es el ayuno que yo amo –oráculo del Señor-: soltar las cadenas injustas,
desatar los lazos del yugo, dejar en libertad a los oprimidos y romper todos
los yugos; compartir tu pan con el hambriento y albergar a los pobres sin
techo; cubrir al que veas desnudo y no despreocuparte de tu propia carne.
Entonces despuntará tu luz como la aurora y tu llaga no tardará en cicatrizar;
delante de ti avanzará tu justicia y detrás de ti irá la gloria del Señor.
Entonces llamarás y el Señor responderá; pedirás auxilio y él dirá: ‘Aquí
estoy’”.
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