martes, 8 de noviembre de 2016

¿Y después del escándalo mediático, qué sigue?

Selene Peschel

            Cuando se difundió en la Argentina la película “El código Da Vinci” (año 2006) muchos católicos se escandalizaron señalando la cantidad de errores que ésta presentaba acerca de la Iglesia (lo cual es cierto, aunque era una ficción con ingredientes de todo tipo). Además, el tema de la película se transformó en un tema ineludible de conversación en cualquier mesa familiar, laboral y -hasta el cansancio- en los medios de comunicación. La pregunta es la siguiente: Estas producciones siempre suscitan un alto nivel de indignación entre los católicos que (justamente es eso lo que se busca). Pero, cuando se estrena un film católico ¿Por qué no genera la misma implicación, difusión, comentarios o  debates entre los cristianos? ¿Tiene que arribar un film de este tipo para que los católicos intercambien opiniones y se planteen la importancia de la evangelización a través del arte?

¿El cristiano apoya el cine católico o sólo se indigna?

Conversar en tiempos revueltos

Cecilia López Puertas

Sobre la vaporización de los espacios,
los digitadores retro-futuristas y la cultura de la conversación.



Para qué y porqué estaremos distanciados,
en verdad, los motivos no son nada claros.
Ya sabés, es que quiero establecer contactos,
es que a veces somos inhumanos y otras veces no queremos ver.

(“Narciso y Quasimodo”, Fito Páez, 1985)



Conversar no es hablar, ni es comunicarse, ni es conectarse. Quizá implique todo eso, pero es más. Eso “más” es algo que siempre me ha intrigado y ahora, atravesada por las nuevas tecnologías y sus consecuencias, se vuelve un imperativo.  
Que nunca estuvimos más conectados y comunicados, eso no lo niega nadie. Que eso no necesariamente signifique que nos estemos encontrando, eso tampoco lo niega nadie. Pero la distancia entre unas cosas y las otr

Matarse al borde del camino

Daniel Rojas Delgado


Hoy traigo a escena dos figuras escandalosas (todavía) en la Iglesia: el buen samaritano y la mala muerte. Creo plenamente que el buen samaritano es una persona con corazón de fierro, es decir, aquella que se “aprojima” en el momento menos pensado, que busca entender nuestras necesidades personales y que las atiende sin tanta vuelta, ni rezongueo ni marketing.
Respecto a la segunda figura, dicen que hay mil formas de morir —como el programa de televisión que aquí no vamos a valorar— y podría agregar q