jueves, 22 de enero de 2015

¿De qué se ríe un focolar?



Por Juan Pablo Olivetto Fagni 

Hace unos días participe de la tercera Escuela de Verano, organizada por el Movimiento de los Focolares. Ahí me sorprendió encontrar a una comunidad académica que reflexionara y viviera desde una cosmovisión cristiana y que se pone en diálogo con otras formas de entender el mundo, con otros conocimientos y saberes. También encontré un espacio de intercambio horizontal, en donde se buscaban los fundamentos epistemológicos para una cultura de la fraternidad. Y después de siete días muy intensos, puedo decir que no tengo ni un solo concepto claro sobre el tema de la fraternidad, pero aún así intuyo que algo

domingo, 18 de enero de 2015

Editorial - CULTURA DEL DESCARTE: Los viejos... ¡A otro planeta!

Parece ciencia-ficción, o una película sobre los nazis –de ésas bien , pero bien malas, que veíamos de niños por TV- , pero se dice que en la próximas décadas habrá vuelos tripulados al planeta Marte, con pasaje de ida, pero no de vuelta,  y que a bordo irán las personas más ancianas de la sociedad.
  ¿Disparate? Un moderno país de Oriente, donde la casa es chica, se entusiasmó de inmediato con la idea y ya está armando una lista de futuros abuelos “descartables”.
  ¡Qué tanto hacernos mala sangre por si el día de mañana podremos seguir ocupándonos de los abuelitos, o de papá y mamá, si tendremos que ponerlos en un asilo o procurarles ayuda domiciliaria! Será cuestión de meter al viejo o a la vieja en un cohete… ¡y listo! A no afligirnos más.
  A eso hemos llegado.
  Empezamos por el mandato social del “úselo y tírelo”, aplicado a las cosas, con el que perdimos el criterio para el recto uso de los bienes y el valor de los recuerdos. Y ahora lo queremos aplicar a las personas.
  Nuestro Papa Francisco nos pide que no desechemos a nadie, que tratemos con especial delicadeza a los niños, los débiles y los ancianos y que respetemos “el conjunto de la Creación” (Exhortación apostólica “Evengelii Gaudium”, 209-216: “Cuidar la fragilidad”).

Cristo antes de Cristo II

Francisco Andres Flores

Eclipses, emperadores y calendarios para aproximarnos al nacimiento de Cristo y a las asombrosas coincidencias de la próxima Semana Santa.

El articulo anterior terminó con una pregunta: ¿realmente hace exactamente 2014 años del nacimiento de Cristo? Porque si la última Navidad fue el 25 de Diciembre del 2014, y el calendario comienza con el nacimiento de Cristo, entonces esa debería ser la distancia temporal exacta.  Como siempre en estos temas, nada es tan sencillo cómo parece.
Recordando el inicio del artículo anterior, decíamos que fue un monje llamado Dionisio el Exiguo quien, alrededor del año 525 después de Cristo, propuso contar precisamente desde el nacimiento de Cristo y no según las referencias usuales de la época (años consulares, desde el reinado de Diocleciano o desde la fundación de Roma). 

sábado, 17 de enero de 2015

LOS NIÑOS DEL GUANO



Nora Pflüger

     La cosa más inesperada y desagradable de la Naturaleza me despertó la inquietud más profunda.

  Una mañana –tendría yo cerca de once años y mi hermana Laura, unos nueve-, mientras mamá se encontraba dando clases en el colegio, papá nos hizo desayunar rápidamente y nos dijo:

  -Prepárense para salir, porque hoy tengo que ir a inspeccionar una fábrica de guano y las llevo conmigo.

  Cuando mamá no estaba, papá acostumbraba llevarnos con él doquiera que fuese para no dejarnos solas, como el canguro con su cría. En esas andanzas, y como quien no quiere la cosa, podíamos llegar a visitar un taller mecánico, una ferretería mayorista, una papelera, una envasadora de pescado.

  Él nos decía que, nos gustara o no, teníamos que conocer y aguantar eso, porque éramos chicas de la “era industrial”. Nuestros recuerdos de infancia no serían cantos de pájaros, como para los felices niños de otros tiempos en el campo, sino ruidos de sierras mecánicas y traqueteos de ferrocarriles, ni tampoco perfume de jazmines, sino el tufo a humedad y hollín de las paredes y las emanaciones nauseabundas de la Destilería.

jueves, 1 de enero de 2015

Cristo antes de Cristo I.



Por Francisco Andres Flore



Peripecias de la fecha más importante del calendario.



Si hay algo esquivo para el ser humano, eso es el tiempo.  Y tal vez por eso es que todos los pueblos han intentado atraparlo efímeramente por medio de números y medidas convencionales, con mayor o menor éxito, pero siempre buscando una referencia dentro de ese devenir inevitable.

Primeramente se intentó delimitar períodos tomando como referencia a los astros más importantes del firmamento: a veces el Sol (como en el calendario romano) otras la Luna (como en los calendarios judío y maya), y así surgieron los años, los meses y las estaciones. 

En la antigüedad convivían diferentes calendarios según la civilización, y cada pueblo tenía sus meses y sus días, con sus respectivas festividades; y, además, contaban los años desde sucesos diferentes.  Por ejemplo: los griegos contaban según las olimpiadas, los romanos desde la fundación de Roma (Ab Urbe Condita = AUC) y muchos pueblos (incluidos los anteriores en determinadas épocas) según los años de gobierno de sus reyes, cónsules y emperadores.  Por ejemplo en Lucas 3, 1-2 se dice claramente que el ministerio de Juan el Bautista comenzó en el año 15 del reinado de Tiberio como emperador de Roma; y así muchas referencias similares.

La expansión del Imperio Romano llevó a que su calendario fuera como un standard de su época, el calendario llamado Juliano en honor de quien lo instauró en el año 46 antes de Cristo: Julio César.  Muchos pueblos, aún siglos después de la caída del Imperio Romano, siguieron contando el tiempo desde la fundación de Roma o desde el reinado de algún emperador Romano (por ejemplo el Calendario Diocleciano o Anno Diocleciani).  Esto sin embargo tuvo un límite claro: el siglo VI después de Cristo, cuando un monje llamado Dionisio el Exiguo propuso que ese siglo sea precisamente el sexto después de Cristo (Anno Domini o Año del Señor) y no el cuarto de Diocleciano (quien había sido un feroz perseguidor de los cristianos).  Esta nueva forma de contar el tiempo se fue aceptando paulatinamente; pero, aunque ya no se contaba desde la fundación de Roma ni desde Diocleciano, el calendario Juliano se siguió usando hasta el año 1582.  Entonces un Papa ordenó a una comisión de expertos que corrigieran el error anual del antiguo calendario: un error de poco más de once minutos anuales que se había transformado, luego de más de 1200 años (el último ajuste había sido en el Concilio de Nicea, en 325), en una diferencia de 10 días.  Éstos días simplemente fueron eliminados, de modo que al 4 de Octubre de 1582 le siguió el 15 de Octubre.  Y el error de conteo fue corregido para que no volviera a ocurrir semejante desfase.  El nombre del Papa era Gregorio XIII: por eso el calendario se conoce como Gregoriano, y es el de uso más extendido en la actualidad.

Pero vayamos a la fecha más importante del calendario actual: ¿cuál es?  Obviamente, no puede ser otra que aquella que le da origen.  Y desde el momento en que Dionisio el Exiguo propuso contar desde el nacimiento de Cristo, esa fecha fundacional no es ni más ni menos que lo que llamamos Navidad.  Esto nos pone en el umbral de una aventura compleja: ¿cómo determinar con cierto grado de exactitud la fecha del nacimiento de Cristo? Créanme que mucha gente se ha quemado las pestañas con este tema, durante siglos, sin llegar a resultados concluyentes.  Numerosas fechas se han disputado el honor de ser el nacimiento de Cristo, desde abril a febrero, aunque una se fue imponiendo en diversas regiones: el 6 de enero, que aún hoy sigue siendo considerada una fiesta religiosa (la fiesta de la Epifanía).  Pero la elegida fue el 25 de diciembre.  ¿Por qué? Si uno lee en internet, incluso en medios católicos, se encuentra con que se da por hecho que la Iglesia puso ese día para competir con una fiesta pagana: "dies natalis Solis invicti (el nacimiento del sol invicto), en el Solsticio de Invierno del hemisferio Norte.  Otros hablan de una fusión con las fiestas Saturnales, también en Roma.  Esto, en medios escritos, audiovisuales y electrónicos, se afirma con una seguridad y convicción asombrosas.  Pero si uno investiga un poco la cosa no es tan así.  Vamos por el principio: ¿cuál es la primera mención conocida al 25 de Diciembre como fecha del Nacimiento de Cristo? La fecha está bien documentada: el año 221; y su mentor, también: Sexto Julio Africano, un historiador que organizó una biblioteca en Roma y vivió varios años en Palestina, muriendo en Jerusalén.  Es autor de la primer cronología cristiana y también de un intento de historia universal.  Si bien nos han llegado pocos fragmentos de su obra, era de consulta frecuente entre sus contemporáneos; y sin dudas, por el lugar y la época en que vivió, tenía fuentes de privilegio para opinar sobre el tema que nos toca.  Como decíamos, Sexto Julio Africano fecha el nacimiento de Cristo un 25 de Diciembre.  ¿Tiene esta fecha alguna relación con las fiestas saturnales?

Vamos al punto: las fiestas Saturnales (Saturnalia en latín) fueron instauradas en el año 217 antes de Cristo, pero no un 25 de Diciembre, sino un 17 de Diciembre.  La efusión del pueblo la prolongaba por siete días, pero claramente no tiene nada que ver con Navidad (eran más bien una especie de carnaval), aunque es probable que el pueblo posteriormente asimilara algunas costumbres de las Saturnales a las fiestas navideñas.  La naturaleza de las Saturnales, basadas en los excesos y el descontrol, dista mucho del espíritu de la Navidad cristiana y hace muy difícil pensar en una coincidencia buscada a propósito por las autoridades eclesiásticas (además de que, claramente, no coinciden).

¿Y la fiesta del "dies natalis Solis invicti? Ésta ya aparece en el calendario Juliano del año 46 antes de Cristo, pero no era una fiesta popular al dios sol: de hecho la llamaban Bruma.  Las fiestas del sol donde se celebraba y se realizaban sacrificios eran el 9 de Agosto, el 28 de Agosto y el 11 de Diciembre.  Eran las fiestas del Sol Indiges (sol nativo o sol invocado, apelativo que con el tiempo fue cayendo en desuso).  El culto al Sol Invictus en cambio es más tardío, y era un culto esotérico y oculto (no popular) propio de ambientes castrenses, que habían importado de Oriente dioses solares como Mitra o El-Gabal.  Su festividad recién fue instituida como fiesta popular cuando el emperador Aureliano impuso el culto solar como el principal en Roma, como parte de la deificación de la persona del emperador, ordenando que se celebre su fiesta cada 25 de Diciembre.  Esto ocurrió en el año ¡274 después de Cristo! O sea que aquello que atestigua Sexto Julio Africano en 221, y que viene de una tradición aún anterior (es decir, la afirmación de que Cristo nació un 25 de Diciembre) precede en muchos años a la celebración de la fiesta pagana del Sol Invicto en Roma.  ¿Hubo alguna otra festividad importante dedicada al Sol antes de Aureliano?  Si: la instituida por el emperador Marco Aurelio Antonino Heliogábalo.  Introdujo el culto del dios solar sirio El-Gabal, asociándolo al dios romano Sol Invictus, para lo cual construyó un templo (Elagabalium) en la ladera del monte Palatino.  Su fiesta fue instaurada en el solsticio de verano (Junio, nada que ver con el 25 de Diciembre).  A la muerte del emperador este culto cayó en desuso, pero fue retomado más tarde por Aureliano en su forma de sol invicto con la mencionada fiesta del 25 de Diciembre.  Claro que la intención de Aureliano era que la fiesta cayera en el solsticio de invierno; pero si homologamos las fechas del calendario Juliano y Gregoriano, el solsticio de invierno en éste último no cae un 25 sino entre el 20 y el 23 Conclusión: todo parece indicar que la elección del 25 de Diciembre por parte de la Iglesia como fecha de nacimiento de Cristo no tiene nada que ver con una competencia al paganismo o un intento de resignificar una fiesta pagana (que también los hubo) sino con el respeto a cierta tradición existente en Judea y que Sexto Julio Africano atestigua.  De esta manera se entiende el hecho de que más de un Papa romano se lamentara de la coincidencia de ambas fiestas, porque muchos fieles las observaban simultáneamente; y los pastores cristianos frecuentemente debían aclarar la confusión (de lo cual existen numerosos testimonios escritos, por ejemplo de San Agustín).  También es importante reconocer que cualquier fecha que hubieran elegido los primeros cristianos para celebrar la Navidad, forzosamente hubiera coincidido con alguna festividad pagana, pues el calendario estaba lleno de ellas, ya que convivían múltiples dioses y cultos.

Existen otras fuentes: un antiguo texto sobre solsticios y equinoccios afirma, siguiendo una antigua tradición, que Jesús fue concebido un 25 de Marzo; y fija su nacimiento 9 meses después: 25 de Diciembre.  A partir del siglo IV ya son numerosos los testimonios sobre la celebración del 25/12 entre los cristianos, por ejemplo el Calendario Filocaliano.

También se puede recurrir a datos de la Biblia para intentar una aproximación a la fecha del nacimiento de Cristo.  Podemos, por ejemplo, saber con cierta exactitud el momento de la concepción de Juan el Bautista: en Lucas 1, 5-14 se afirma que ocurrió mientras Zacarías oficiaba en el Templo.  Este servicio era por turnos (1Cronicas 24:7-19), y Zacarías pertenecía al grupo de Abdías, que oficiaba en el Templo a comienzos de Junio y a fines de Septiembre.  Lucas afirma que Jesús fue concebido 6 meses después que Juan (Lucas 1, 24-36): si los embarazos de María e Isabel fueron normales (lo cual debemos suponer, ya que en la época un niño prematuro tenía serias dificultades para sobrevivir) entonces Jesús nació aproximadamente 6 meses después que Juan.  Si tomamos el primer turno de Zacarías, Juan nació en Marzo y Jesús en Septiembre.  Si tomamos el segundo turno, Juan nació a fines de Junio y Jesús a fines de Diciembre.  Algunos prefieren la primera fecha porque dicen que la mención a los pastores es imposible en Diciembre, pleno invierno en el hemisferio norte; pero claramente ahí entramos en un terreno más conjetural.

 

No es mi intención con este artículo llegar a conclusiones definitivas donde otros, con más conocimiento y piedad que yo, sólo han aproximado hipótesis.  Pero sí me interesa mostrar que esa idea tan extendida de que la Navidad es una especie de colonización de una fiesta pagana, realmente tiene poco sustento; y que si uno se toma el tiempo de profundizar el tema, rápidamente encuentra muchos motivos para entender que la Iglesia puso esa fecha respetando tradiciones previas y apoyándose en la opinión de historiadores respetados.  Por otro lado, ese ha sido siempre el procedimiento eclesiástico para fijar las principales fiestas del calendario litúrgico, cosa que la Iglesia se ha tomado con tanta seriedad que incluso el calendario actual es deudor de esos esfuerzos.  Lamentablemente en la actualidad se prefiere cierta historiografía que interpreta los hechos de la antigüedad desde perspectivas sociopolíticas modernas, y con frecuencia se desvaloriza el testimonio de los antiguos por considerar que tienen alguna parte interesada, o al menos cierto condimento de imaginación y fábula.  Contra eso me gustaría también revalorizar el testimonio de esas personas que, en una época que ofrecía muchas complejidades para el acceso al conocimiento, se las rebuscaron investigando y leyendo en diferentes idiomas las fuentes disponibles.  Particularmente me parece importante el testimonio de Sexto Julio Africano, quien no sólo investigó bibliografía de la época, sino que también vivió en Palestina y tuvo, sin lugar a dudas, acceso a fuentes que nosotros no tenemos.  Él atestigua en sus escritos una tradición que le antecede y que (aunque estuviera errada en su apreciación del nacimiento de Cristo) da por tierra con la idea vulgar de que la Navidad se pone para competir con una fiesta pagana al dios sol.  Si alguien afirmara que en definitiva la Navidad es una fiesta astrológica por el solsticio de invierno, usurpada a antiguas y recónditas civilizaciones, recordemos que el solsticio de invierno para el hemisferio Norte en el actual calendario cae entre el 20 y el 23 de Diciembre, nunca el 25.  Y quienes armaron el calendario litúrgico sabían perfectamente de esta variabilidad de los solsticios y equinoccios.  De hecho, fue el mismo Dionisio el Exiguo (aquel del Anno Domini) quien hizo unas tablas de Pascua para calcular esta fiesta siguiendo la primer luna llena de Primavera del hemisferio Norte, y por eso esta fiesta es móvil y no está atada a un día específico (si se hubiera querido poner la fiesta de Navidad en el Solsticio de Invierno del hemisferio Norte, claramente lo hubieran hecho calculando el solsticio y no fijando una fecha puntual). 



En nuestros días asistimos a un movimiento inverso: la paganización más o menos conciente de una fiesta de claro contenido religioso, en un doble movimiento que, simultáneamente, relega de la Navidad toda referencia al cristianismo y consagra una apoteosis que danza con elementos emblemáticos de consumo y celebraciones destempladas.  Pienso que tal vez la instalación sistemática de la idea de que la Navidad siempre fue, en el fondo, una fiesta pagana, obedece al mismo movimiento: desacralizar la fiesta y neopaganizarla.  ¿Y si la instauración de la fiesta del dies natalis Solis invicti un 25 de Diciembre, por parte de Aureliano, hubiera sido un movimiento similar?  O sea: imponer, con toda la fuerza del imperio romano, un culto oficial centralizado que relegue la celebración incipiente de una nueva religión en crecimiento, particularmente peligrosa por negar la divinidad del emperador.  ¿Sería ilógico eso?  Para nada: afirman los historiadores que Aureliano era partidario de la doctrina un dios, un imperio; y es sabido que se autoproclamó deus et dominus (dios y señor), imprimiéndolo en numerosas monedas.  Su reinado fue corto, pero dice Lactancio que hubiera prohibido el culto a cualquier otro dios si hubiera tenido tiempo; aún así, se esforzó para que el culto al sol fuera el principal de Roma.  Años más tarde Diocleciano completaría esa obra: también autoproclamado dios y señor, desató una de las más feroces persecuciones contra el cristianismo.  Tal vez para algunos esta idea (que Aureliano haya puesto la fiesta del dies natalis Solis invicti solo para opacar la Navidad cristiana) es antojadiza y apologética.  Sin embargo no sería la primera vez que sucedía algo similar en el imperio: está muy bien documentado que en tiempos del emperador Adriano (más de un siglo antes que Aureliano) se erigieron estatuas paganas en lugares claves del cristianismo solo para opacarlos; por ejemplo en el Gólgota una imagen de Venus, en el lugar de la Resurrección una de Júpiter, y en la Gruta de Belén un bosque sagrado dedicado a Adonis.  Si los romanos hicieron eso más de un siglo antes, cuando el cristianismo era mucho menos numeroso: ¿por qué no podría Aureliano, obsesionado con la divinización de la figura imperial y con reunir todo el imperio en el culto a un solo dios, haber decidido contrarrestar el influjo naciente de las festividades importantes de la nueva religión?

En nuestros días no es la fuerza del imperio la que intenta opacar la espiritualidad de esta fiesta; pero sí el culto al mercado, con profusión de nuevos ídolos y templos.  Tal vez para un sistema que se autoproclama orgullosamente laico (profano, deberíamos decir para ser más exactos) y que se empecina en derribar todo valor (excepto el que le sirve de motor: el económico) pueda ser al menos molesta la supervivencia de una fiesta tan movilizante y con tanto arraigo popular basada, no en efemérides políticas o históricas ni en las convenciones del mercado, sino en un hecho indiscutiblemente religioso.  Porque, acertada en la fecha o no, la fiesta de la Navidad ha sobrevivido milenios celebrando el Nacimiento de Cristo y no otra cosa; el sol invicto apenas sobrevivió como fiesta popular hasta el reinado de Teodosio, y las monedas de los emperadores solares deificados se herrumbran bajo tierra o en museos.  Ahí seguramente estará la que consagraba a Aureliano deus et dominus natus (dios y señor nato).  Ahí también, entre ruinas, los templos solares del Palatino y del Campus Agrippae.  Sin embargo nuestra humilde y vapuleada fiesta navideña sigue celebrando, como en aquellos lejanos siglos, el nacimiento de un humilde niño en un pesebre de Judea.  Algo tan sencillo y tan enorme que parte la historia en dos y nos hace ver, en la vida de ese niño, la de todos los niños y hombres que han caminado sobre la Tierra.  A contramano del mercado y del materialismo hegemónico, una celebración de toda vida humana y un agradecimiento por la bendición implícita en cada corazón que late.  Un agradecimiento al cielo, también, por aquel Niño que vino al mundo hace exactamente 2014 años.  Bueno: ¿hace exactamente 2014 años? Dejamos abierta la pregunta.  Esa es otra discusión compleja que abordaremos, en el próximo artículo, en la próxima edición.