lunes, 30 de junio de 2014
sábado, 21 de junio de 2014
Editorial - LA MISIÓN: VOCACIÓN Y ENVÍO
Conocer
nuestras capacidades, salir de nosotros mismos… y lanzarnos a la tarea que se
nos ha confiado.
“El
mundo se derrumba” –expresaba alguien en una de las últimas escenas de un
clásico del cine- “…y nosotros preocupados por nuestros problemas personales…”
La
frase (mejor o peor traducida) intentaba abrir una perspectiva de superación
del egoísmo sentimental, para una misión a favor de la humanidad.
Han
pasado muchos años de aquella escena y a nuestra Redacción le ha resultado
difícil, en este complicado junio de 2014, encontrar, tanto en los libros como
en los medios electrónicos, una definición de “misión” que contemple
profundamente la dimensión humana. Es como si todo se redujera a ser exitoso y
eficiente. Para muestra, baste la noción de “misión empresarial”, muy de moda
últimamente en la industria: “un componente del proceso de planeamiento de la
estrategia de la empresa”. Nótese lo de “estrategia”, que no tiene desperdicio…
¡como si fuera un campo de batalla!
Tal
vez, para volver a encontrarnos con el verdadero sentido de la palabra
“misión”, tendríamos que hablar de “vocación” y “envío”.
Vocación: llamado interior (para los creyentes, de parte de Dios) para
cumplir una tarea en bien del prójimo. La descubrimos en nuestros talentos y
posibilidades. No se limita a la vocación religiosa. Me puedo sentir llamado a
ser médico, maestro, artista, padre o madre de familia…
Envío: mi vocación me empuja a salir de mí mismo, con amor y entusiasmo,
para cumplir mi compromiso con mis hermanos, y a seguir adelante, a pesar de
las dificultades y los fracasos.
Ojalá
descubramos la alegría de ser misioneros auténticos, enviados al mundo no para
cosechar aplausos, ni para resolver no sé qué problemita privado, sino para
servir desinteresadamente a los demás.
La Redacción
El héroe, el reloj y su sueño.
Sobre cómo un hombre
común abraza una misión y la lleva
a límites extraordinarios.
Por Francisco Andres Flores
Es la mañana fría de un 26 de
Junio, y la tímida luz del sol
despeja la bruma sobre el Riachuelo.
Desde Quilmes redobles y gaitas traen el presagio de la contienda. Detrás de la bruma, la arboladura amenazante de las fragatas.
Nuestro héroe comanda algunos milicianos nerviosos a la espera del asalto
invasor. Sabe que no nació ni estudió para el combate:
trata infructuosamente de ordenar a sus subordinados, pero a él mismo le tiemblan las piernas. Es apenas un empleado del Consulado. Aceptó ser Capitán de milicias por pura vocación de servicio, y “para
tener un vestido más
que ponerme”, pero nunca
pensó realmente que le tocaría
empuñar las armas. En esta helada mañana, el deber y el patriotismo lo empujan a hacerlo. Por un momento se abstrae y su mente viaja a
Salamanca: recuerda las clases de Derecho Romano… los compañeros… pero hoy está
en otro baile.
Cuando comienza el combate, la carga de los soldados imperiales es
demasiado para los milicianos inexpertos y se desbandan desordenados. Infructuosamente intentarán una nueva defensa. Al día siguiente las autoridades capitulan y entregan la plaza a los
invasores. Sobre Buenos Aires flamea la
bandera británica.
UNA MISIÓN MÁS ALLÁ DE LOS MARES
¿Puede
el cristiano ser misionero –dar a conocer a otros la verdad de su fe- sin
moverse de su lugar de origen? ¿Existe alguna forma de misionar desde la
sencillez de nuestra vida diaria, de la oración y del dolor?
Nora Pfluger
“Yo amo esa playa infiel,
la que fue blanco de tu
amor ardiente:
hacia ella volaría yo
gozosamente
si un día mi Jesús me lo
pidiese.
Mas yo sé que a sus ojos se
borran las distancias
y el universo entero es
sólo un punto.
Mis actos y pequeños
sufrimientos
hacen amar a Dios más allá
de los mares”.
Quien
esto escribía, en la Francia del siglo diecinueve, era una joven de apenas poco
más de veinte años, religiosa carmelita en un convento de provincia. Desde
hacía un tiempo, sus superiores barajaban la posibilidad de enviarla a otro
monasterio, en Hanoi (Vietnam) que entonces se consideraba “tierra de misión”.
Ella recordaba que un misionero por quien sentía particular devoción, fallecido
con fama de santidad, el Venerable Teófano Vénard (1829-1861), había realizado
su apostolado cerca de allí. Por aquellas regiones, en el siglo XVI, había
andado también San Francisco Javier, el compañero de San Ignacio de Loyola en
los inicios de la fundación de los Jesuitas y considerado uno de los misioneros
más grandes de todos los tiempos.
No por mucho caminar se llega al lugar correcto
Por Juan Ignacio Salgado
“Hay una
juventud que se pierde por falta de ayuda…
Y es
necesario tenderles la mano”.
Lo
importante no es llegar, lo importante es el camino, canta el gran Fito Páez, y
casi puedo decir que estoy de acuerdo con él, si es que él entiende como yo,
que lo importante del camino es el lugar al que nos lleva, lo importante es
cuál es el punto final de ese camino, porque es ese punto final el que da
sentido y valor al mismo, es decir, lo importante del camino es hacia donde se
dirige.
Alicia,
durante su estadía en el País de las Maravillas pregunta al Minino de Cheshire
“¿podrías decirme, por favor, cómo hago para salir de aquí? ¿Qué camino debo
tomar?”, a lo que el Minino responde, que todo depende del lugar al que quiera
ir. “La verdad es que me da igual” dice nuestra niña perdida. “Entonces da lo
mismo cualquier camino que sigas” sentencia finalmente Cheshire.
Si no
tenemos a dónde ir el camino no importa en lo más mínimo. Y se me ocurre que
este es uno de los problemas más importantes de nuestros días y de nuestros
jóvenes.
La droga esclaviza, obstáculos para ser una sociedad más libre.
Por Juan Pablo Olivetto Fagni
Reflexiones en torno a una
problemática que se lleva puesta muchas vidas, intentando no caer en argumentos
sin fundamentos o prejuiciosos, ni que le hagan el juego al narcotráfico.
Como
ya escribí en textos anteriores, la misión de los educadores es (o debería ser)
la construcción de estructuras de vida. Para quien le interese profundizar un
poco más en eso les recomiendo volver a No alcanzan las buenas intenciones.
En
este caso, me gustaría poner en palabras algunas intuiciones sobre los
obstáculos para cumplir nuestra misión educativa, y particularmente en un gran
obstáculo/problemática: la drogodependencia. Una cuestión que todos sabemos que
está, pero que no llega a interpelarnos ni a preocuparnos de verdad, lo que nos
llevaría a hacer algo al respecto.
Si
bien es cierto que el impacto del consumo de drogas depende de qué droga
estemos hablando, de la cantidad que se consuma, de las causas por las que uno
consuma, también es cierto que los más esclavizados y asesinados por las drogas
son los sectores populares, sobretodo los más excluidos. Pero eso no quiere
decir que no haya problemáticas en todas las clases sociales por este tema.
Ruido
Por X
“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos. De repente vino del cielo un ruido, como de viento huracanado, que llenó toda la casa donde se alojaban. Aparecieron lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, según el Espíritu les permitía expresarse.
Residían entonces en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todos los países del mundo. Al oírse el ruido, se reunió una multitud, y estaban asombrados porque cada uno oía a los apóstoles hablando en su propio idioma…” (Hechos de los apóstoles).
Un
ruido como de viento huracanado fue el desencadenante de tamaño relato, un
ruido que en definitiva es Dios, un momento que permitió un encuentro
intercultural y un momento clave en la vida de la Iglesia.
Los
apóstoles, encerrados tras la ascensión de Jesús a los cielos, se encontraban
esperando ese momento, me imagino sus caras y sus preocupaciones, el silencio
imperante en aquel instante seguramente no permitía descanso, afuera estaba un
mundo entero que quizás no sabía de Jesús o era descreído. Ellos también
sintieron ese ruido y sin dudarlo, se acercaron hacia de donde provenía.
El
ruido parece algo extraño a nosotros, incluso un elemento difícil de
decodificar, el ruido puede ser molesto e incomprendido a veces, también,
seguramente, llama la atención o nos motiva a tomar decisiones intempestivas.
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