sábado, 17 de mayo de 2014

Editorial - LA ESPERANZA: FE, ESPERANZA, CONFIANZA

  Albino Luciani, el patriarca de Venecia que fue Papa durante un mes y unos días con el nombre de Juan Pablo I, transcribe en uno de sus libros un párrafo muy original del escritor francés Charles Péguy sobre la esperanza:
  “La fe de los hombres no me admira –dice Dios-, no es nada sorprendente: resplandezco de tal manera en mi Creación, que para no verme, esta
pobre gente tendría que estar ciega. La caridad de los hombres no me admira –dice Dios-, no es nada sorprendente: esta pobres creaturas son tan desgraciadas que, si no tienen un corazón de piedra, no pueden menos de sentir amor unas por otras. La esperanza, ¡esto sí que me admira!”
  Lo que dice Péguy tiene mucho de verdad pero… ¿por qué? ¿Será la esperanza en sí virtud tan admirable, o lo que sucede es que no abunda?
  Vivimos hoy tiempos complicados para hablar de esperanza, y no sólo en el terreno de la fe religiosa. El panorama, visto en conjunto, es desalentador, y abarca desde la falta de horizontes de tantos niños y adolescentes víctimas de la injusticia social, hasta la desesperación de padres y educadores ante la violencia juvenil, tan ligada a la ausencia de motivaciones e ideales.

Al rescate de los sueños

Hay momentos en los que creemos que todo se desmorona, como en la historia tragicómica que cuenta Augusto Cury en “De genio y loco todo el mundo tiene un poco”. Algunas pistas para soplar más rápido las nubes que ocultan el sol.


Por Daniel Rojas Delgado


            Los curiosos se amontonaban en el centro de la plaza. Allí había un monumento elevado que Felipe, un boxeador, escalaba para llegar a lo más alto del caballo de hierro y luego tirarse. La escena del suicida ocupa varios capítulos del best seller del psiquiatra brasileño Augusto Cury, “De genio y loco todo el mundo tiene un poco” (2009). Los protagonistas son Bartolomé y Bernabé, dos locos que no paran de meterse en problemas con su grupo, siempre con espontaneidad, mucha emoción y seguramente más lucidez que el autor de esta nota.
            Julio César —un sociólogo que se unió a esta comunidad tan ocurrente tras su propio intento de suicidio— fue uno de los primeros que trató de persuadir a Felipe:

La esperanza, el mensaje de Facundo.

Por X

“Pero hay gente que no se anima a ser feliz, que prefiere la seguridad del dolor, volver al pasado donde sufrió, Que vivir el presente que lo puede enriquecer…La vida es peligro, cuando comprendemos que nos puede  pasar todo es cuando pasamos a ser hombre y el hombre ve y goza la totalidad porque no tiene divisiones en la cabeza.
El hombre fragmentado vive de pleito en pleito porque solo genera divisiones, es decir se empobrece al empobrecer, por eso se amarga solo porque perdió river o solo se alegra porque ganó boca…el hombre entero comprende el dolor de los demás y comparte la alegría de cualquiera.
El hombre, es un poco de agua en una botella que anda a la deriva por un mar infinito, pensa en que te transformarías si lograras romper la prisión de la botella” (Facundo Cabral)
                El tema que nos ocupa este mes es la esperanza, pensaba escribir o decir otras cosas, pero no puedo olvidarme del maestro, Facundo Cabral.
                Trataré de desarrollar en breves líneas el tema principal relacionándolo con algunas reflexiones de facundo.

UN PASO CADA DÍA

“Mi alma espera en el Señor, confía en su Palabra; mi alma espera en el Señor / más que el centinela a la aurora” (Salmo 129).

Nora Pfluger

    Esperanza: tensión hacia el futuro. Expectativa por ver cumplidos nuestros deseos. Virtud cristiana también que, según nos indica la Iglesia, se apoya en la fe en Jesús, el Salvador, que nos ha prometido la verdadera felicidad.
  Podemos dar muchas definiciones, pero lo que no se discute es que la esperanza sólo es posible si confiamos en el autor de una promesa, sea hombre o Dios.
  Hoy se habla de “crisis de esperanza”. ¿No tendríamos que averiguar si no se trata más bien de una “crisis de confianza”? ¿Quién se atreve  a nombrar más de dos o tres hombres o mujeres, referentes de la sociedad, de quienes esté dispuesto a fiarse seriamente?
  Nuestro mundo necesita personas que observen una conducta recta y que no nos decepcionen. En medio de nuestras angustias, cuando no avizoramos ninguna salida, los seres humanos tendemos a apoyarnos en las palabras y los hechos de quienes nos inspiran esa confianza, aunque el futuro siga siendo incierto.

¿Y para que educar? Si el mundo se viene a pique.

¿En que se funda la esperanza? ¿De dónde viene? ¿Por qué se pierde? ¿Qué relación tiene el educador con la esperanza? ¿Cómo conservarla? ¿Quiénes la tienen? La necesidad de esperanza en un mundo que parecería irremontable.

Por Juan Pablo Olivetto Fagni



En “No alcanzan las buenas intenciones” invito a todos los educadores a trabajar en red, a pensar estructuralmente y a construir estructuras de vida. Ahí señalaba en forma de exclamación “¡Cuántas intervenciones no logran concretar las buenas intenciones! ¡Cuántos educadores con buena voluntad terminan frustrados, desilusionados!”. 

Ahora enmarcado en este mes de mayo, y por lo tanto en el eje de “La Esperanza”, agregaría: ¡Cuántos educadores desesperanzados! Es más, cambiaría “desilusionados” por “desesperanzados”, ya que la esperanza se funda en certezas, las ilusiones generalmente no. Sin esas certezas es muy fácil perder la visión esperanzadora, y sin logros, aunque sea mínimos, aparecen las frustraciones. 

Humor por Cris

Por Cristian Daniel Camargo

Esperanza

Por Francisco Andres Flores

Sale el sol en su extremo inalcanzable,
prende un halo de luz para la aurora
y apurando su carro, sin demora,
corre presto al ocaso inevitable.
 
En su curso, viajero inagotable,
va tejiendo sin prisa y sin demora
los segundos, los días y las horas
en un lapso fugaz e inabarcable.
 
Cuando caiga la noche inapelable
con su manto de strass sobre mis días,
dormiré esperanzado en otra aurora
 
que otro Sol, con su luz inexpugnable,
prenderá para inaugurar un día

sin “mañana” ni “ayer”, tan sólo “ahora”.

lunes, 12 de mayo de 2014

La justicia del palo

Por Francisco Andrés Flores

Probablemente no haya nada m
ás justo que un palo: es ciego (como la Justicia misma), no distingue entre cráneos abyectos o distinguidos y, en las manos de un justo (o de alguien que se cree justo) ejecuta su sentencia sin dilación, rápido


y efectivo, sin laberintos legales engorrosos.  ¿Quién le puede negar a alguien, en su justo reclamo, ejercitar rápido y sin vueltas este tipo de justicia? ¿Por qué negarlo a quién, ofendido y agredido, solicita satisfacción de su honor o de su patrimonio heridos?
Por otro lado la historia avala este tipo de justicia: todos sabemos que Caín la ejerció con Abel.  Y, más allá de sentimentalismos religiosos, no dudo que la sociedad actual pueda entender a Caín: ¿Por qué tenía que dejar que Abel le arruinara el negocio?  Tenía una competencia desleal, y la eliminó.  Punto.  Esta justicia la ejercieron también los clanes primitivos, peleando por el fuego, o por comida, o por amores; e incluso las primeras civilizaciones usaron el palo sin piedad contra vecinos molestos o demasiado prósperos, o simplemente contra vecinos.  ¿Acaso no hemos visto la imagen eternizada en piedra del rey justo imponiendo su justicia sobre los vencidos, aplastando a los rebeldes, conquistando las tierras lejanas, implacable con los enemigos, conduciendo su carro en mármol lleno de botín bajo el arco de triunfo?  Un rey que es dueño del palo que aplasta cabezas y del cincel que lo modela en piedra.  La justicia del palo sin dudas es un atributo real, en donde lo justo coincide con la voluntad del que ejerce justicia, y debemos reconocer que el cetro de los reyes se parece mucho a un palo: un palo teocrático un palo absolutista